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Necesidad de la Filosofía
Por: Fernando Odiaga
En Lambayeque no existe una escuela de Filosofía. Hay pocas en el Perú y me pregunto, ahora que por todo el mundo la tendencia es cerrar las escuelas de Filosofía y a encogerse de hombros cuando se habla de temas como ontología, metafísica, dialéctica, etc., ¿para qué sirve la filosofía, hoy, en el siglo XXI?
Antes de responder la pregunta, podría decir, si se me permite, que la filosofía es parte de la condición humana. Hacer filosofía es una capacidad fundamental en los seres inteligentes y racionales y es una manera de poner a prueba con nuestro pensamiento, cualquier ámbito de la cultura y de la realidad en general. Por otro lado, la filosofía desde que se originó en Grecia hasta hoy ha cambiado de muchas formas, tanto que, a primera vista, no reconoceríamos la misma clase de hombres en un Platón, un Santo Tomás de Aquino, un Descartes. Y no lo haríamos porque todos esos personajes pertenecen a distintas épocas de la historia y solamente tienen en común que escribieron libros, que hablaban de Dios, del conocimiento, de la razón, del Estado, de la física y de todos los temas en que genialmente supieron detenerse. Para ellos, además, la filosofía era un saber general y hoy predominan en el mundo los especialistas.
También podríamos decir que es justamente toda una tradición de libros de filosofía que provienen desde la antigüedad y se han acumulado inabarcablemente, los que se han tornado caducos frente a la realidad que vivimos en nuestros tiempos. Tal vez, para muchos, están escritos y traducidos, pero son indigeribles y duermen el sueño de los justos en los anaqueles de las bibliotecas. El lenguaje de muchos filósofos de la actualidad termina resignándolos al silencio de Wittgestein, no porque no sepan sobre lo que hablan, sino porque han dejado de comunicarse con la sociedad. Y se han aislado fatalmente en un mundo académico que ahora les pasa la factura de su esterilidad, de su esclerosis y los termina desahuciando.
Antes de responder la pregunta, podría decir, si se me permite, que la filosofía es parte de la condición humana. Hacer filosofía es una capacidad fundamental en los seres inteligentes y racionales y es una manera de poner a prueba con nuestro pensamiento, cualquier ámbito de la cultura y de la realidad en general. Por otro lado, la filosofía desde que se originó en Grecia hasta hoy ha cambiado de muchas formas, tanto que, a primera vista, no reconoceríamos la misma clase de hombres en un Platón, un Santo Tomás de Aquino, un Descartes. Y no lo haríamos porque todos esos personajes pertenecen a distintas épocas de la historia y solamente tienen en común que escribieron libros, que hablaban de Dios, del conocimiento, de la razón, del Estado, de la física y de todos los temas en que genialmente supieron detenerse. Para ellos, además, la filosofía era un saber general y hoy predominan en el mundo los especialistas.
También podríamos decir que es justamente toda una tradición de libros de filosofía que provienen desde la antigüedad y se han acumulado inabarcablemente, los que se han tornado caducos frente a la realidad que vivimos en nuestros tiempos. Tal vez, para muchos, están escritos y traducidos, pero son indigeribles y duermen el sueño de los justos en los anaqueles de las bibliotecas. El lenguaje de muchos filósofos de la actualidad termina resignándolos al silencio de Wittgestein, no porque no sepan sobre lo que hablan, sino porque han dejado de comunicarse con la sociedad. Y se han aislado fatalmente en un mundo académico que ahora les pasa la factura de su esterilidad, de su esclerosis y los termina desahuciando.
Hoy en día, las necesidades que antes cubría leer filosofía y ponerse a pensar, han sido reemplazadas por la autoayuda, la espiritualidad, la psicología y las ciencias sociales, cuya agonía se va tornando manifiesta, por otras razones, que me alejarían del tema en cuestión. Tal vez hay un Platón o un Descartes, dentro de cada uno de esos exitosos genios de la publicidad, el marketing, la consejería.
Pero eso no es todo. La filosofía subsiste y subsistirá de muchas formas, hoy, como antes, y también mañana, porque donde exista el deseo de saber, la dignidad de no doblegarse ante lo adverso, el respeto y amor al prójimo, siempre habrá filósofos en el mundo. Tal vez, lo que esté en tránsito sea solamente el cambio de nombre de una actividad, una mudanza de costumbres y reformas curriculares, pero la filosofía es esencial a la Universidad y al mundo urbano, al mundo libre, a las personas de buena voluntad que permanecen despiertas, atentas ante el atropello a la integridad y la libertad del ser humano en cada acto de los poderosos; que son como niños curiosos bajo la noche estrellada queriendo descubrir los más importantes enigmas. Todo eso es filosofía. Pero no he respondido la pregunta inicial: ¿Para qué sirve la filosofía? Lo hice, quizás de manera indirecta, diciendo por qué es esencial a la historia y a la vida humana. Pero quisiera saber que piensan en Lambayeque. Es necesario saber si las universidades de la región se animan a apostar por esta disciplina humanista, que como decía Miguel Ángel Huamán a propósito de la Literatura, es una forma de vivir, una manera de individualizarse y tener un proyecto de servicio a los demás o éxito individual, en suma, un espacio de desarrollo individual, una individuación imaginada.
El reto está planteado: ¿quiénes en nuestras universidades públicas y privadas se animan por darle una nueva oportunidad de vida a jóvenes cuyos talentos tal vez se pierdan, porque no se adaptan al sistema, otorgando grados en filosofía y humanidades?
Pero eso no es todo. La filosofía subsiste y subsistirá de muchas formas, hoy, como antes, y también mañana, porque donde exista el deseo de saber, la dignidad de no doblegarse ante lo adverso, el respeto y amor al prójimo, siempre habrá filósofos en el mundo. Tal vez, lo que esté en tránsito sea solamente el cambio de nombre de una actividad, una mudanza de costumbres y reformas curriculares, pero la filosofía es esencial a la Universidad y al mundo urbano, al mundo libre, a las personas de buena voluntad que permanecen despiertas, atentas ante el atropello a la integridad y la libertad del ser humano en cada acto de los poderosos; que son como niños curiosos bajo la noche estrellada queriendo descubrir los más importantes enigmas. Todo eso es filosofía. Pero no he respondido la pregunta inicial: ¿Para qué sirve la filosofía? Lo hice, quizás de manera indirecta, diciendo por qué es esencial a la historia y a la vida humana. Pero quisiera saber que piensan en Lambayeque. Es necesario saber si las universidades de la región se animan a apostar por esta disciplina humanista, que como decía Miguel Ángel Huamán a propósito de la Literatura, es una forma de vivir, una manera de individualizarse y tener un proyecto de servicio a los demás o éxito individual, en suma, un espacio de desarrollo individual, una individuación imaginada.
El reto está planteado: ¿quiénes en nuestras universidades públicas y privadas se animan por darle una nueva oportunidad de vida a jóvenes cuyos talentos tal vez se pierdan, porque no se adaptan al sistema, otorgando grados en filosofía y humanidades?
Necesidad de la filosofía por Fernando Odiaga fue publicado en Agenda CIX el 28 de agosto de 2016.